ESTE AGRIDULCE ARTICULO LO HE RECIBIDO, ENVIADO POR EL AMIGO TIRADOR RICARDO ACOSTA
LA DESPEDIDA DEL SOLDADO.
En la primavera de 2012,
en excavaciones en lo que antaño fue el fortín español de Monte Arruit (a unos 30
km de Melilla) apareció el cuerpo momificado de un soldado español. Según
cuentan los arqueólogos y antropólogos, las condiciones climáticas de la zona
han hecho posible la buena conservación del cuerpo así como la de alguna de sus
pertenencias y restos del uniforme. Entre sus pertenencias destaca una
pitillera de cuero y metal con las iniciales P.G., una foto de una mujer joven,
una pequeña moneda de plata con la efigie de Alfonso XIII y una extensa carta
todavía legible. Todos los indicios, y sobre todo por el lugar del hallazgo y
datación de la carta, apuntan a que este hombre fue una de las víctimas de la
matanza de españoles acaecida el 9 de agosto de 1921 en Monte Arruit. Es uno de
los episodios más lamentables ocurridos en la Guerra del África. Los
investigadores quedaron asombrados al leer la carta que portaba este soldado. El
papel amarillento, compuesto por dos páginas y doblado por la mitad estaba
metido en un sobre. Los datos personales no han sido revelados por las fuentes
investigadoras. En el sobre dice:

Hermano de armas, si lees esto será porque yo habré muerto. Por
favor, cumple la última voluntad de este soldado español que ha caído por la
Patria y haz llegar esta carta a María […] que vive en Málaga en la calle […]. Sus
padres se llaman Manolo y Antonia. Carta En la carta se puede leer: Mi dulce María,
Nunca pensé escribir esta carta, pero lo preocupante de la situación me lleva a
ello. Llevamos días atrincherados y defendiendo Monte Arruit, apenas tenemos
agua y comida. Los moros nos cercan y nos hacen fuego, cada día tenemos nuevas
bajas, ya sea por causa enemiga o por efecto del calor, y no tenemos
medicamentos ni medios de asistencia sanitaria. Según dicen, el General
Berenguer le ha prometido a Navarro que mandarán refuerzos desde Melilla, pero
la ayuda nunca parece llegar. Hay descontento y pesar entre los hombres aquí. Hay
rumores fiables de que se negociará la rendición de la plaza, pero no sabemos
mucho más al respecto. No sé qué pasará, hemos pasado muchas penurias en esta
maldita guerra, pero como la de Monte Arruit no la he vivido. Ya se sabe como
actúan los moros y tengo mucho miedo por lo que pueda pasar, estamos prácticamente
a su merced y no creo que podamos resistir mucho más el hostigamiento al que
nos someten. En el campamento tratamos de animarnos los unos a los otros; por
su parte, día tras día, los oficiales nos recuerdan lo que implica ser un
soldado español con arengas patrióticas, pero lo que más nos reconforta, dentro
de lo que se puede, es la camaradería que hacemos todos en estos difíciles
momentos. La verdad que no sé por qué te estoy contando esto, supongo que por
egoísmo al desahogarme con este papel. No quiero robarte más líneas, ya que
esta carta es para ti: la dulce niña de mis ojos, mi morena, mi malagueña, mi
razón de vivir, mi anhelo, la estrella que me guía en las noches, la única
persona por la cual suspiro día tras día y me reconforta pensar que pronto te
veré, que pronto te abrazaré, que pronto te besaré y que pronto me casaré contigo.
Dios sabe lo mucho que te quiero. Aún me acuerdo de la primera vez que te vi, con
aquel vestido azul, tu pelo negro azabache recogido en un coco, esos ojos verde
esmeralda que son capaces de cegar más que este sol africano y convertir a
cualquier hombre en estatua de sal con sólo regalarle una mirada tuya. Me
acuerdo de la canasta de mimbre llena de pescado que llevabas pues venías del
mercado y como yo, apoyado en la pared de la calle de mi casa, quedé absorto
ante tu belleza. Te eché un piropo cuando pasaste por delante mía, no pensé que
me hicieras caso, ya que tal hermosura tiene que estar acostumbrada a que te
los digan, pero giraste tu preciosa cara, me miraste y me sonreíste. Bendito
piropo aquel. Te pedí acompañarte a casa para hablarte por el camino y me lo
permitiste. Desde entonces fuimos inseparables, me costó que tu padre me
aceptara, pero ya sabes que la insistencia siempre ha sido mi virtud. Aún me
tiemblan las piernas cuando me acuerdo de aquel primer beso que te robé en la
puerta de la casa de tu tía, se nos paró el mundo alrededor en ese instante. En
fin, hay tantas cosas que podría contar… Seguro que mientras lees esto estás
esbozando una sonrisa. En estas líneas que llevo hablando de ti se me ha
olvidado momentáneamente todo lo que estoy pasando aquí. Siempre serás mi mejor
medicina y el remedio de todos mis males. Ya sabes que al comienzo de esta
carta te dije que nunca pensé escribirla. Es de despedida, mi amor. Si recibes
esta carta será porque yo ya no estaré. No quiero ser egoísta y por ello te
pido que no me guardes luto, que no te apenes por mí, que rehagas tu vida lo más
pronto posible y que no me eches en falta pues yo siempre estaré contigo en
cada momento de tu vida. Que seas muy feliz y que hagas realidad todos tus sueños,
ya que los míos se cumplieron cuando me dejaste amarte. Quiero que sepas que
mis últimos pensamientos son para ti y que siempre te querré y cuidaré allá donde
esté. Monte Arruit a 8 de agosto de 1921. De tu soldadito, Pedro

Según narran las fuentes investigadoras, el 9 de agosto el
General Navarro parlamentó la entrega de Monte Arruit con los jefes tribales
marroquíes. Las condiciones fueron que los españoles entregaban las armas y
saldrían del fortín sin hostigárseles y, además, se proporcionaría transporte a
los heridos. Así pues, los soldados españoles desarmados comenzaron a salir de
Monte Arruit en columna, pero al poco tiempo los moros, de manera inesperada, atacaron
a los españoles desde distintos flancos produciéndose una enorme matanza. De un
contingente de 3000 hombres, sólo 60 lograron sobrevivir. A veces el destino y
la suerte se unen. Aunque no ha sido fácil, según revelan los investigadores,
se ha podido localizar a familiares de la destinataria (María) de la carta. Antonio,
un nieto de ésta mujer ha contado que su abuela, aunque se casó años después de
lo acontecido en Monte Arruit, siempre tuvo en su mesita de noche la foto de un
joven soldado con un rosario sujeto en la esquina del marco. Durante muchos de
años, incluso ya casada y con hijos, día tras día acudía al puerto de Málaga
con la esperanza de que llegara el barco que habría de traerlo. Mi abuelo
siempre respetó a mi abuela y supo que jamás ocuparía el puesto de aquel primer
novio. No obstante, fueron un matrimonio feliz. Falleció en 1987, a la edad de 85
años. Pidió ser enterrada con la foto de su primer amor y el rosario entre las
manos.
En el “Diario de una Bandera”, el Comandante Don Francisco
Franco Bahamonde escribe………
El día 23 (de octubre de 1921), por la tarde, sale la
columna a pernoctar en Zeulán, para emprender al día siguiente la marcha sobre
Monte Arruit; lo fácil del terreno nos indica que el enemigo no ha de hacernos
resistencia, y con esa idea nos acostamos.
A las siete de la mañana se encuentra formada la Legión para
el avance; a retaguardia y a lo lejos, una fuerza con sus banderas españolas
avanza cantando hacia nosotros; son las nuevas compañías de la Legión, que
vienen a incorporarse a sus Banderas; llegan en los momentos de emprender el
avance, y entre los vivas a la Legión les cedemos el puesto de vanguardia.
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El avance se efectúa tranquilo; ni un solo moro se ve en el
horizonte; nuestra caballería avanza por el llano y la de la columna de la
izquierda, que ha salido primeramente, entra en la posición.
Rebasado Monte Arruit, detenemos nuestra marcha, y
concentrada la columna nos dirigimos al poblado.
Renuncio a describir el horrendo cuadro que se presenta a
nuestra vista. La mayoría de los cadáveres han sido profanados ó bárbaramente
mutilados. Los hermanos de la Doctrina Cristiana recogen en parihuelas los
momificados y esqueléticos cuerpos, y en camiones son trasladados a la enorme
fosa.
Algunos cadáveres parecen ser identificados, pero solo el
deseo de los deudos acepta muchas veces el piadoso engaño, ¡ es tan difícil
identificar estos cuerpos desnudos, con las cabezas machacadas