Sara Montiel

               
Navidad de 1957
Llegó la Navidad de 1957 y como ya había refuerzo nos bajaron tres días al Grupo de Tiradores porque había venido Carmen Sevilla y Gila e iban a actuar en el Grupo de  Tiradores para alegrarnos las navidades. La verdad es que hacia algunos meses que no veíamos a una mujer y siendo que Carmen era una belleza nos levanto el “ánimo.” Ya por entonces y debido a que había más de una “salida del armario” (por la noche hacia mucho frio en la montaña y había que “arrimarse”) habían traído de Canarias un grupo de prostitutas  para neutralizar los “armarios”, en Sidi Ifni nos juntamos 9.000 soldados de 18 a 21 años y el contacto con las nativas estaba rigurosamente prohibido. Poco tiempo después nos bajaron de la montaña para ir al cine y volver, recuerdo que vimos el "Último Cuplé" donde Sara Montiel “insinuaba” mucho y bueno. Fue así la “heroína manual” de la tropa.
Carmen  Sevilla
Mientras Carmen Sevilla nos enseñaba sus hermosas piernas y Gila contaba sus chistes de guerra muy parecidos a lo que nos estaba ocurriendo, en la montaña cercana se estaba muriendo en combate con el moro. Otros habían quedado desde el 23 de noviembre o prisioneros o muertos sin enterrar, cuyo cuerpos nunca se recuperaron, allí quedaron como comida de hienas y otras alimañas, lo escribí en algún relato, incluso lo comenté en la televisión alicantina, pero debo decir que, aunque había certeza, había también mucho de oído) Correos recibidos me certificaron la cruda verdad.

Es triste y vergonzoso pero sobre todo en la operación Gento (columna de rescate para liberar Tagragra) estuvieron a tiro de piedra tanto de los puestos de Hameiduch como de Tamucha donde habían quedado muertos sin enterrar. Cobardemente cumplieron lo ordenado, recuperar los  asediados de Tagraga destruir el fuerte y volver corriendo a Sidi Ifni 

4 comentarios:

  1. Felices Fiestas 2015. Yo también viví en Ifni las Navidades de 1957

    No me consta que estuviera prohibido intimar con alguna nativa. Lo que sucedía es que era muy difícil y sobre todo arriesgado por aquello de las gumías de los moros; y ahí va mi histórica y verídica versión.
    Se me había encomendado la misión de llevar a lavar el uniforme y la ropa interior de mi teniente a una casa en particular del barrio moro. Por lo visto era conocida esa dirección a través de algún otro oficial veterano.
    Aquél primer día me abrió la puerta una joven morita que sin decir esta boca es mía, me tomó el macuto de ropa sucia y se metió hacia el fondo de la casa. Yo la seguí siguiendo sus indicaciones y allí me pidió por anticipado las cincuenta pesetas que debían estar acordadas el servicio de lencería y que yo llevaba preparadas. Entonces me dijo por señas, señalando una especie de bala de cañón pero de azúcar, que tres días después volviera a por la ropa limpia del teniente con una bala de azúcar moreno que vendían en una casa mora de la misma calle. A continuación se subió la falda dejando a la vista su rapado conejito, se dio la vuelta y me invitó a disfrutar de ella y con ella, rogándome al terminar, la máxima discreción. Aquellas dulces sesiones duraron poco tiempo debido a las dificultades propias de las operaciones y a que el teniente resultó herido en una retirada en la que intervine junto a otro compañero. Yo puedo decir sin faltar a la verdad, que pude beneficiarme a aquella joven morita solo a cambio de unas balas de cañón de azúcar que no recuerdo lo que costaban, pero que aquellas aventuras quedaban muy lejos de las ofrecidas por las putitas del burdel que llevaron allí desde Las Palmas.
    Un saludo paraca.

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    1. Apreciado Juan. La verdad que tuviste suerte. Tu “aventurilla” puede considerarse la excepción a la regla. En el IV Tabor de Tiradores había un cabo furrier que bajaba al pueblo y de camino “le tiraba los tejos” a una morita. Un día nos hicieron formar en el patio interior del cuartel de Tiradores todos los cabos en fila de a dos y al resto en fila de cuatro. Apareció el Comandante junto a un moro y la morita que en una revisión a los cabos señalo al “Don Juan”. El Comandante en presencia del moro le quito los galones de cabo y ordeno a un pelotón (supongo para impactar al moro) lo llevasen al calabozo, posteriormente aun con el moro presente se dirigió a la tropa advirtiendo que ya se había notificado la falta gravísima que supondría cualquier relación o insinuación con las mujeres nativas. Parece que el moro marcho satisfecho. La guerra lo salvo del calabazo y de posteriores represalias pues esto ocurrió sobre los primeros días de noviembre.

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  2. Amigo Adolfo: He de reconocer que mi caso fue fruto de la casualidad, sin duda, pues yo pasé por delante de la Policía Militar que cerraba el barrio moro, con un pase firmado por el teniente López Pérez y accedí a la vivienda en cuestión en la que posiblemente el padre y o el marido, andarían pegándonos los tiros. La morita debía estar necesitada y me tocó a mí la suerte de cubrir aquellas necesidades.
    Mi caso, aparte de pisar una mina el día 4 de junio de 19588 y quedarme mutilado de por vida, pasé directamente a ser el ayudante del Maestro Armero con lo que hice muy pocas guardias; Y cuando desde el hospital de Las Palmas me dieron el alta, me encontré con que mi traslado lo hice en un avión de Iberia porque los oficiales de mi compañía habían canjeado la orden de traslado en barco y después en tren hasta Madrid, por un billete de avión pagando entre ellos la diferencia.

    Cuando el teniente Lólez Perez cayó herido, otro compañero y yo tratamos de llevárnosle a rastras pero el tío era un grandullón y nos ordenó que le dejásemos allí frente a los moros que venían pegando tiros. Mi compañero Carlos Vico Molinero y yo, nos echamos al suelo y entre los tres repelimos la agresión esperando caer en cualquier momento. Pero tuvimos la suerte de que el Capitán Pedrosa se volviese y mandó al cabo Bejarano a por nosotros al frente de un pelotón con un fusil ametrallador. Cuando llegó
    Se echó al hombro al teniente y ahí se acabó la historia. Ni hubo mención ni nada pero todo el mundo supo de aquella situación. Hay varios escritos oficiales que divulgaron la historia y quizá ello fue la razón de que los oficiales me pagaran el billete de avión cuando me tocó regresar a mi casa. Y tengo alguna que otra historia que tengo escrita en mi blog para general conocimiento aunque me consta que pocos las leerán. Ni falta que hace.
    Un abrazo.

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  3. Pues que les conste, caballeros, que sí les leen. Al menos historiadores jóvenes que buscan testimonios de calidad sobre un conflicto borrado (por todos, da igual el "color" político) en la memoria oficial española. Al Sr. Juan Conejo, decirle que he usado mucho material de su blog, que entendiendo que es de acceso público, no le pedí permiso directo. También, porque he aprovechado más estos cambios de impresiones que tienen entre ustedes en el blog de Adolfo Cano, al que sí le he pedido permisos y material inédito. Sus cambios de impresiones sirven para ver/entender mejor las dos visiones principales del conflicto: la del soldado de reemplazo que se encontró de narices con este "suceso" histórico y la del soldado (que aunque pudiera ser de reemplazo) voluntario en las unidades "más profesionalizadas", paracas y legionarios.
    Mis mayores me enseñaron a ser agradecido, así que otra vez muchas gracias a ambos y aprovecho para desearles felices fiestas y Año Nuevo. Un cordial saludo;
    Gustavo Adolfo Ordoño

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