Capítulo 5. ¡Por fin Paris!
Pasé en Hamburgo unos meses más de lo 
que tenía pensado, porque había enviado algo de dinero a mi hermano para
ayudar al pequeño ‒a mis padres, buscando la niña, les salió de nuevo 
niño y, como lo buscaron de forma algo tardía, yo, el mediano de los 
tres hermanos, tenía 16 años más‒.
La idea de estar en Hamburgo hasta junio
o julio la prolongué hasta finales de octubre. Después de haber pasado 
un invierno tan crudo, estaba disfrutando de un verano esplendido con 
temperaturas de hasta 18º, y mi estómago se había tranquilizado. Mis 
alumnas progresando ya iban tocando el pastel, lo que hacía que las 
niñas, al dejar el lápiz o el carboncillo y ver sus pequeñas obras con 
color, se sintieran con más ganas de continuar. Habían pasado la primera
fase, que suele dejar en el camino a muchos que se inician en el arte, 
queriendo coger pinceles, lienzos y pintar una obra maravillosa cosa que
hay que hacer paso a paso. Claro que me supo mal el no seguir, pero las
había dejado preparadas para continuar en alguna de las escuelas de 
arte que había en Hamburgo. Posteriormente supe por Guillermo que las 
dos eran alumnas adelantadas y ya estaban haciendo obras tanto en 
acuarela como al óleo.
 
