Ifni y Sáhara se convirtieron en refugio de militares afines al Régimen
Ifni era entonces un destino codiciado por los militares profesionales. La
independencia de Marruecos, proclamada poco más de un año antes, había dejado
huérfanos a miles de africanistas. Como el propio dictador, ellos habían
hallado en el país vecino una vía rápida para ascender, sueldos que duplicaban
a los de sus compañeros de la Península y un prestigio social impensable en la
metrópoli, donde sólo podían aspirar al pluriempleo. Finiquitado el
Protectorado del Norte y expulsados del Rif y del Yebala, sólo les quedaban
Ifni y el Sáhara para continuar disfrutando de una sociedad a su medida. Las
dos colonias olvidadas se habían convertido en su último refugio.
EL SÁHARA OCCIDENTAL (entonces Sáhara Español) era un
desierto habitado por menos de cien mil nómadas en donde la arena y el siroco
amargaban la existencia a los españoles. Pero Ifni era un lugar de extraña
belleza, con altos montes de tierra roja cubiertos de cactus de un verde
brillante y regado por numerosos arroyos. El territorio, de 1.700 kilómetros cuadrados
(tres veces el municipio de Madrid), se hallaba incrustado al sur de Agadir. El
Atlántico batía sus 60 kilómetros de costa y suavizaba la temperatura. Cuando
estalló el conflicto, estaba habitado por 50.000 personas. De ellas, sólo el
18% eran europeas: militares, funcionarios, comerciantes y sus familias. Las
demás eran bereberes pertenecientes a la tribu Ait Baamarán, que 20 años antes
había contribuido con 11.000 hombres a la Cruzada de Franco.