Sábado, 03 de abril
de 2010
Recuerdos
Desde el 23 de noviembre de 1957, tras el ataque rechazado
al Ejército de Liberación marroquí, auspiciado por el príncipe
Muley Hassan, nos habían situado en la montaña (el Bulalam) lindante a
la capital Sidi Ifni formando una primera línea defensiva provisional
Éramos pocos para cubrir mucha línea. Por ese tiempo, vino
una bandera de la Legión que vimos con alegría desde la montaña como entraban,
por la cuesta que llegaba al Grupo de Tiradores, con ese marcial paso de
legionario, hasta el acuartelamiento El
hecho nos subió la moral. Posteriormente nos dimos cuenta que la mayoría eran
reclutas, entre 18 y 19 años (Seguramente por la urgencia de mandar tropa de
refuerzo).también vimos subiendo a la montaña a reforzarnos al regimiento
Soria nº9. Lo curioso es que habiendo
pasado tan solo cinco o seis días, ya los veía como a niños “vestidos de
domingo” llegados sin ninguna preparación a reforzarnos…y a morir ¡Malditos los
mandos de Madrid!
Era…sobre el 30 de noviembre. Se nos acerco el sargento (la
23 compañía del IV Tabor de Tiradores, el sargento creo recodar que se llamaba
Otero) pidiendo voluntarios para bajar al pueblo y aunque uno sabia aquello de
"voluntario ni a una paella" el salir, aunque fuese un rato de aquella
horrorosa posición, me hizo dar el paso al frente. Sin saberlo, se estaba
organizando la operación Netol para liberar el puesto avanzado de T´Zelata. Nos
bajaron en un camión hasta las caballerizas, allí nos asignaron un mulo a cada
uno cargado con armamento pesado al que había de subir al puesto de mando en la
montaña.
Yo sabía que existían los mulos, pero nunca había visto uno
de cerca, menos aun hacerme cargo de él y conducirlo hasta el puesto de mando.
Mejor me hubiera quedado pues aquello para mí fue muy "jodido
Salimos al día siguiente muy de mañana, nos dieron la
guarnición completa, una cantimplora de agua, una lata de sardinas, otra de
carne, unos botines de tela con suela de esparto, la guarnición completa eran
20 o 25 Kg. a la espalda y adelante. Nos dijeron que íbamos a liberar a
nuestros compañeros sitiados. Se formo una columna de rescate importante, el IV
Tabor de Tiradores, una bandera de La Legión, una compañía de los de Soria 9 , sanidad,
zapadores… mas de un millar, también venía el comandante cura de
Tiradores y cuando nos disparaban los moros y la columna se resguardaba, él
quedaba alguna vez de pie gritando "¡Cerdos!... ¡Cabrones!"
La resistencia del cuerpo humano es, en muchos casos,
desconocida y también los cambios de mentalidad ante el llamado espíritu de
supervivencia, donde uno mata hasta con rabia y un cierto contento de no haber
sido uno mismo
Los 20 Kg. cargados a la espalda se convirtieron a la
primera hora de marcha en una carga insoportable, pero ocurría que cuando
sonaban los "pacos" (se decía así por el sonido del disparo,
"PAM" cuando te disparaban y "CUM" cuando pasaba por encima
de la cabeza. Las balas peores eran las rebotadas que sonaban como
"abejorros" y hacían mucho destrozo) desaparecía el cansancio y con
gran agilidad se buscaba uno un sitio para atrincherarse hasta que se limpiaba
la zona por la compañía de vanguardia o retaguardia.
Recuerdo algo que, dentro de mi propia batalla por eliminar
de mi mente aquel pasado por higiene mental, no conseguí borrarlo. Es algo que,
aun hoy, conservo aquella visión.
Fue de vuelta a nuestras posiciones, una sección de mi
compañía tenía que eliminar un emboscado, que en una cueva ya había herido
mortalmente a uno de los nuestros y tenía a toda la columna parada. Un pelotón
(en el que iba yo) consiguió acercarse por un lateral y tiramos al interior de
aquella cueva granadas de mano (calculamos 6 granadas de mano). Cuando entramos
la visión fue dantesca, había mucho polvo. Lo que más perdura en mi mente, es
que había un macuto con un pan salpicado de sangre y tierra, nos lo repartimos
entre los tres que entramos y lo comimos sin limpiar y con avaricia, para que
no nos vieran los demás. Llevábamos casi
dos días sin comer, estábamos
hambrientos, agotados, embrutecidos. Los botines de tela ya habían dado lo de si y aproveche el turbante del moro
para enrollarlo en el botín que se había “desguazado”
Volvimos con los paracas
que habían saltado en Teliuin y
el cuerpo sin vida del Teniente Ortiz de Zarate recogido un par de Km. antes de
llegar a Telata
Nunca he encontrado la respuesta, otra, de que el individuo
debe sufrir en ciertos momentos y en
situaciones determinadas una cierta metamorfosis, contribuyendo a ello,
supongo, elementos como la adrenalina y las endorfinas del propio organismo, ya
que uno tiempo después no se reconoce.
Adolfo Cano Ruiz
Tiradores de Ifni, IV
Tabor, 23 CIA.
1957-1958