LAS SECUELAS DE LA GUERRA DE IFNI


          


Poco o nada se ha escrito de las secuelas.

SECUELAS. Del latín sequela“lo que sigue”,“consecuencia”.
Habría que profundizar en cuanto que, generalmente, en lo gramatical se le atribuye más bien al concepto que en medicina se considera una “consecuencia “debido a algo orgánico que le ha dejado “secuelas “mayores o menores que le perdurarán para siempre.
También la medicina acepta el que la mente puede albergar imágenes o pensamientos de duras realidades, que almacenadas en el subconsciente no se disuelven, formando verdaderas secuelas, que no pocas veces se somatizan creando lesiones orgánicas. Debido a esta realidad, existen las terapias que se dan a los soldados que han intervenido en un conflicto bélico. (En España no estaba al uso)
Claro que trasladarse a la Guerra de Ifni Sáhara de 1957-58,es ir donde un soldado del SMO (Servicio Militar Obligatorio) era algo indefinido, con obligaciones y deberes, presto a cumplir una orden, con la única dignidad de conservar el nombre y no atribuirle un número o ser marcado como un elemento más.
Recordando la absurda guerra de Ifni Sáhara, nos encontramos con todo tipo de secuelas. Heridos, muchos con secuelas por mutilaciones, heridos sin mutilaciones con secuelas orgánicas de por vida, al igual que los mutilados. En mi caso, por una rara enfermedad de las encías, fui perdiendo la dentadura en Ifni (piezas sacadas con infección y haciendo palanca entre piezas). Ifni me robó la sonrisa. Mi padre falleció el 3 de diciembre de 1957, estando yo en la columna de rescate a Telata (operación Netol, sin permiso). En 1959 fallece mi madre al haber somatizado en un cáncer el sufrimiento de la muerte de mi padre y tener un hijo en una guerra.
En 1961 fui operado (ya en París, donde desde 1960 me refugié del franquismo) de una perforación de úlcera de estómago que traje de Ifni, amén de una rotura fibrilar cronificada que también traje de Ifni  en la pierna derecha que merma mi normal movilidad. Puedo decir que para mí, la guerra de Ifni fue algo más que una guerra de cien días, y sé que para muchos o para la mayoría que tuvimos la desgracia de estar en la bolita que nos destinaba a Ifni para cumplir el SMO.

                                       DE REGRESO
Al  llegar desde Cádiz a la estación norte de Valencia, estaba para recibirme sólo mi amigo Fernando con su moto. Me extrañó el no ver a mi madre y a mis hermanos; según Fernando, me esperaban en casa. Lo cierto es que mi amigo Fernando, seguramente de buena fe, había organizado una sorpresa que para mí, fue desagradable. Montado en su moto con mi maleta de madera, me dejó a la entrada de mi calle para que hiciera el “paseíllo”. La calle es larga y estrecha, los balcones con vecinos curiosos al igual que en los portales, y yo me sentí molesto de ser centro de curiosos en aquel paseíllo. Al llegar a mi portal, me encontré con mis hermanos y una anciana vestida toda de negro; era mi madre, que con 45 años había adelantado al tiempo y parecía una persona de 80 años. Murió seis meses después
Es un recuerdo cruel y una demostración de que aquella nefasta guerra tuvo efectos colaterales que nadie menciona, habría que añadir las secuelas que arrastramos. Son hechos que no se olvidan

Adolfo

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